En los últimos años, las cervecerías artesanales proliferaron en todas las ciudades del país. Se multiplicaron los productores de esta bebida que no deja de actualizarse. La agroindustria cervecera en Argentina creció en volumen y calidad durante los últimos diez años. Solo en Bariloche, los productores utilizan anualmente mil toneladas de granos de cebada.
En la producción de cerveza, los granos son macerados para extraer azúcares. Los restos de grano húmedo, o bagazo cervecero, solían ser descartados. Se generan 600 g de bagazo por cada litro de cerveza elaborada, lo que constituye el 85% de los residuos de esa industria.
El descarte de semejante volumen de bagazo implica dos problemas: el primero, es que produce un grave daño ambiental. Su descomposición genera metano, un gas de efecto invernadero 25 veces más potente que el dióxido de carbono. El segundo problema con el descarte del bagazo es que se pierde una gran oportunidad: se trata de un subproducto estrella que se puede utilizar para múltiples funciones como la producción de energía por combustión directa, la producción de biogás por fermentación anaeróbica y la producción de carbón. También se usa como material adsorbente de tratamientos químicos, como fertilizantes orgánicos y como suplemento alimentario para ganado.
El camino hacia la sostenibilidad en la industria cervecera ya está trazado. En Argentina varias cervecerías comenzaron a utilizar el bagazo como un subproducto para alimentar animales. Se trabaja bajo el paradigma de la economía circular que alienta a utilizar residuos como recursos para reingresar al sistema productivo. De esta manera, se reducen los desechos y se extraen menos bienes naturales del planeta. Así, el uso del bagazo cervecero redunda en impactos positivos: se beneficia la economía y el ambiente en un círculo virtuoso de reutilización.