El legado de Qatar 2022

El Mundial de fútbol es el evento deportivo más importante del planeta. Cada 4 años, 32 selecciones nacionales compiten entre sí para determinar quién es el mejor equipo y para alzar la copa que los ponga como mejor país del mundo en materia de fútbol. 

Organizar semejante evento conlleva mucha inversión, mano de obra y planificación. Que una sede sea elegida por la FIFA, envuelta en escándalos tras las acusaciones de corrupción, es producto de una serie de negociaciones y promesas para demostrar que se puede albergar a todos los visitantes de semejante competencia. Cualquier acto o decisión que se tome, tendrá relevancia mundial.

Elegir una sede siempre surge luego de un análisis y una votación interna. Sin embargo, ¿por qué semejante evento se organizó en un país que ni siquiera tiene cultura de fútbol y encima es conocida por su violación a los derechos humanos? Distintas ONGs denunciaron los abusos contra los trabajadores migrantes que debieron enfrentar condiciones de hacinamiento, falta de higiene y seguridad en los alojamientos. Lo mismo sucedió con la vulneración de los derechos de las mujeres y la comunidad LGBTQ+. En Qatar está en vigencia un sistema de tutela masculina, a partir del cual las mujeres están ligadas a un tutor varón, que generalmente se trata de su padre, hermano, abuelo o esposo. Las mujeres no acceden al derecho de tomar sus propias decisiones y necesitan permiso de esos tutores para casarse, estudiar en el extranjero, trabajar en muchos puestos del gobierno, viajar al extranjero y hasta recibir servicios de salud reproductiva. A su vez, está prohibido cualquier demostración de afecto, como agarrarse de la mano, entre personas del mismo sexo. Pareciera que cuando el dinero entra en juego, otros valores y necesidades se ponen en consideración. 

Pero, además de las cuestiones sociales, hubo herramientas que permitieron medir y evaluar las decisiones que se toman respecto a cuestiones ambientales en el marco de un evento. Es el caso de la certificación ISO 20121, una norma estándar internacional que establece las condiciones para desarrollar la organización de un evento sustentable. La empresa SGS, especializada en el análisis de las normativas para megaeventos deportivos, emitió la certificación en base a los siguientes criterios: infraestructura y servicios de accesibilidad para aficionados discapacitados; minimización y reciclaje de residuos; utilización de materiales reutilizables y corrección de los incidentes marcados durante el desarrollo de la copa.

Parte de esta certificación, siendo Qatar el primer mundial FIFA en obtenerlo, surge por la gestión de residuos, el uso de desalinizadores de agua del mar, la energía solar, la eficiencia de los propios estadios y su legado, que son las pautas que rigieron la construcción de las sedes del Mundial, que tuvo en el estadio 974 su máximo exponente. Capacitado para 40.000 espectadores, fue la gran apuesta y marcó un antes y un después en cuanto a innovación, diseño y sostenibilidad. Es el primer estadio cubierto desmontable y reutilizable por completo al estar construido íntegramente por contenedores de transporte y acero modular. De todas maneras, en materia social, con prohibiciones a la comunidad LGBTIQ+ y al maltrato y condiciones de los migrantes, no hay certificación que valga. 

Ahora que el mundial terminó, ¿qué sucederá con Qatar? ¿Seguirá con sus leyes y prácticas arcaicas y de otro tiempo?

“Lo más importante es que nos aseguremos de que, una vez que termine, seguiremos haciendo presión a las autoridades y empresarios de Qatar”, dijo en una entrevista durante los cuartos de final Luca Visentini, el nuevo secretario de la Confederación Sindical Internacional (CSI) respecto a las condiciones laborales escasas que debieron afrontar los migrantes que buscaban en Qatar trabajo, dinero y una mejor calidad de vida. Según el secretario, todavía hay muchos casos de salarios impagos y enormes obstáculos para los trabajadores que quieren cambiar de empleador. En Qatar, por la presión internacional, se eliminó el sistema de ‘kafala’, que convertía a los empleados en cuasi-propiedad de su empleador y aunque ha sido legalmente abolido, aún existen enormes problemas de implementación. 

Sin embargo, la historia ya ha demostrado que los cambios que se implementan durante una copa del mundo no se sostienen a lo largo del tiempo, como sucedió en Rusia 2018, donde se intentó promover una imagen de tolerancia hacia la comunidad LGBTQI+ para luego prohibir cualquier demostración homosexual. 

Al ser anfitrión de la copa del mundo, Qatar buscará posicionarse como sede deportiva. Intentará ser anfitriona de los Juegos Olímpicos 2036. La pregunta entonces surge, ¿podrá Qatar realmente implementar cambios en sus leyes y culturas que permita promover los valores deportivos? ¿O seguirá todo igual y el dinero nuevamente podrá más que los derechos humanos? Será cuestión de reflexionar por qué el evento deportivo más grande del mundo se desarrolló en un país sin historia futbolística, pero fundamentalmente con valores que no se corresponden a los que el deporte debe difundir.

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