Un informe realizado por la ONG Global Energy Monitor demostró que los cambios en los patrones de las precipitaciones, la escasez cada vez más alarmante de los recursos hídricos y la posibilidad de inserción y competencia sólida dentro del mercado energético global son factores influyentes a la hora de empezar a considerar la energía solar y eólica como fuente importante de desarrollo, por parte de algunos países latinoamericanos.
Por ejemplo, la producción de hidrógeno verde —no contaminante, limpio, sostenible y alimentado por energía renovable— se ha convertido en un factor motivador desde el punto de vista económico de algunas naciones de la región, quienes han tomado diversas medidas en relación a ello —Chile, Uruguay, Ecuador, Paraguay, Brasil y Argentina.
En ese sentido, los países de América Latina tenemos un gran potencial para ser líderes en energía renovable, con suficientes proyectos planificados para cumplir con los objetivos Net Zero —huella de carbono cero. Con más de 319 gw de capacidad solar y eólica, nuestra región tiene posibilidades de aumentar su capacidad energética en más del 460%, para 2030, lo que representaría casi un 70% de crecimiento por encima de la capacidad eléctrica total actual, proveniente de todas las demás fuentes.
Actualmente, Brasil, Chile, Colombia y México se encuentran a la vanguardia.
En el caso de Argentina, por otra parte, si bien cuenta con una gran cantidad de recursos, y a la vez ha desarrollado ciertas estrategias —implementación de la generación distribuida de energía y habilitación de la venta de energía renovable— todavía no se han dado los pasos definitivos hacia una efectiva transformación.
El crecimiento energético entonces no se debe únicamente a la alta irradiación solar o a las condiciones eólicas marinas, sino también a la toma de decisiones correctas, que establezcan un equilibrio entre desarrollo económico y desarrollo sustentable, y a la ejecución de acciones concretas frente al cambio de paradigma.
En resumen, el viraje de un modelo energético a base de combustibles fósiles hacia otro basado en elementos renovables no sólo nos permitiría satisfacer nuestras necesidades energéticas de manera sostenible, sino que además nos impulsaría a convertirnos en grandes exportadores de energía.
