Argentina atraviesa su peor sequía en, por lo menos, 60 años. Frente a este fenómeno, surgen muchas inquietudes que vale la pena intentar despejar.
La mayor particularidad es que es un evento que se da por tercer año consecutivo, lo que generó una baja crítica de humedad y un año entero de pérdida de agua. Hay zonas donde solo llovió el 50% de lo que tendría que haber llovido, en un contexto normal.
Habitualmente, los suelos almacenan agua que luego de eventuales sequías funcionan de reserva para los cultivos. Pero, esta vez, no fue el caso: el recurso se agotó antes de recomponerse.
Ahora bien, habría que preguntarse, ¿cuál es el causante de esta situación? La respuesta rápida tiende a ser el cambio climático y el calentamiento global, pero resulta que no es tan así. Hay otro factores.
El fenómeno de La Niña.
La Niña es un fenómeno que produce un enfriamiento a gran escala de las aguas superficiales de algunas partes del océano pacífico, y cambios en la circulación atmosférica tropical (vientos, presión y precipitaciones).
Estudios de la Organización Meteorológica Mundial y de la World Weather Attribution indican que las sequías en nuestra región no son necesariamente producto del cambio climático sino de la variabilidad natural.
Sin embargo, eso no quiere decir que la situación climática no tenga injerencia sobre las consecuencias de la ausencia de lluvias prolongada: aumento de temperaturas y olas de calor, climas extremos, exacerbación de los fenómenos meteorológicos, propensión a los incendios, bajante de los ríos y daños en los ecosistemas.
Conocer los fenómenos naturales y hacer su seguimiento es fundamental para hacer un relevamiento de causas y consecuencias. Pero, si no se toman medidas concretas ni se actúa con decisión política, tanto individual como colectiva, será difícil revertir esta situación.
De cara a la segunda mitad del año.
Para los meses que vienen, se esperan mejores condiciones: el fenómeno de La Niña se está retirando y comienza la primera fase de una zona Neutral, que podría perdurar durante el otoño y el invierno, hasta iniciarse el fenómeno de El Niño (lluvias por encima del promedio).
Por eso, lentamente se comienzan a observar precipitaciones abundantes.
El aumento del nivel de lluvias implica también una mejoría en el suelo y sus reservas. Según expertos, abril es un mes clave para recomponer el perfil de los humedales, antes de que lleguen las lluvias de primavera, que dan el impulso final.
Sin embargo, hay regiones en nuestro país que requieren mucho más para recuperarlos. Por lo que, para hablar de una recuperación sustancial, habrá que esperar, por lo menos, hasta el próximo verano.
La naturaleza es sabia, pero todo tiene un límite: cuanto más la dañemos, más tardará en recuperarse.