Cadena de Valor

Unido a los cambios de los modelos de negocios y producción, el concepto de responsabilidad social empresaria ha ido sufriendo modificaciones y progresos. La RSE no se encuentra ahora restringida y limitada a la propia empresa sino que está involucrada en toda la cadena de valor, es decir que se involucra en todos y cada uno de los agentes que forman parte del proceso de desarrollo de los productos o servicios generados, buscando garantizar, en una primera etapa, niveles básicos de responsabilidad social. En este sentido, el desafío por alcanzar estos niveles se ve complejizado por los factores propios de la externalización y fragmentación de la cadena productiva en diferentes compañías.

Las compañías dependen cada vez más de la posibilidad de establecer relaciones estratégicas con sus proveedores, distribuidores y fabricantes, con el objetivo de no perder el control sobre el proceso de desarrollo y sus riesgos.

La cadena de valor sostenible es un sistema de actividades que se encuentran alineadas a lo largo de todo el desarrollo de un producto, garantizando la creación de valor para todos los agentes que participan en este proceso, es decir que el resultado tiene un objetivo triple: asegurar el bienestar social, el cuidado medioambiental y también el éxito y  la prosperidad económica de las compañías.

Los “actos de responsabilidad compartida” entre los distintos actores de una cadena son fundamentales en tanto generan un “beneficio compartido”, incidiendo positivamente en la competitividad de las empresas que forman parte del sistema de producción de dicha cadena.

El términos de valor compartido no se trata de compartir el valor que las empresas ya han creado, desde una perspectiva redistributiva. Se trata, en cambio, de expandir el fondo total de valor económico y social. Implica un cambio de paradigma en la forma de hacer negocios, que aún pocas empresas han logrado internalizar, dónde el Estado y las ONG dejan de ser los únicos responsables del bienestar social.

La solución consiste en que la creación de valor para las empresas cree, además, valor para la sociedad, enfocándose en sus necesidades y desafíos.

Apuntar a hacer negocios combinando el éxito corporativo con el progreso social no sólo es posible, sino que es altamente rentable.

Una de las preocupaciones y problemáticas habituales consiste en que los proveedores de grandes compañías muchas veces son pymes y no cuentan con posibilidades reales, por falta  de recursos, inversión u otras razones, de responder a los requisitos de RSE que plantea o demanda su cliente. En estos casos es donde no debería haber un impedimento para el desarrollo y crecimiento de esa pyme ni la ruptura de una relación comercial que podría ser fructífera para ambos actores, sino que los actos de responsabilidad compartida deberían colaborar, mediante el ajuste que ambas compañías puedan hacer para obtener un beneficio a largo plazo, basado en el cumplimiento de los requisitos éticos y normativos.

Desde esta perspectiva, más que controlar a las pymes el foco estaría puesto en crear capacidad en ellas para que puedan, no sólo ser socialmente responsables, sino también difundir acciones y prácticas responsables entre sus proveedores, en muchos casos “pequeños” proveedores. Para la consecución de este objetivo es fundamental que la intervención estatal adopte regulaciones que sostengan la conveniencia del “valor compartido”, en lugar de -como ocurre actualmente- accionar individualmente sobre los actores económicos.

La relación de cooperación entre el gobierno, la comunidad y las organizaciones privadas resulta ser el eje conductor para que la responsabilidad corporativa atraviese e incremente a la cadena de valor.