Desde la Alegoría de la caverna, de Platón, hasta las publicidades de Coca-Cola, todo se erige sobre la base de los grandes relatos. La historia está hecha de historias.
En ese sentido, sería un error creer que el marketing digital puede estar exento de ello. Pero, ¿por qué es tan importante?
Porque el storytelling juega con algo más profundo que lo que supone una transacción económica por un servicio o un bien material: pretende narrar un relato con el que las personas puedan identificarse; busca ser un discurso que interpele al potencial consumidor, tocar las fibras más íntimas de las y los usuarios, con la intención de generar un vínculo emocional con ellos, una relación que trascienda lo comercial.
Sin embargo, contar la historia detrás de un producto no significa inventar una anécdota “vendible” —no, por lo menos, si se pretende actuar de forma ética. Significa encontrar un genuino punto de contacto —si hay más de uno, ¡mejor!— entre lo que la marca tiene para ofrecer y el público al que apunta, de modo que los rasgos a priori propios, específicos, puedan convertirse en motivos universales.
De esta manera, si la historia está bien construida, si es auténtica, real, si propone una experiencia rica, emocionante y universal, lo más probable es que el producto se fortalezca. Si la comunicación logra conmover, los conceptos, las ideas, los slogans, las imágenes y hasta los colores quedarán retenidos en nuestra memoria. El resto… llega solo.